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Los colapsos emocionales pueden causar sufrimiento al niño y a todos los que lo rodean. La buena noticia es que los adultos pueden hacerse cargo y obtener apoyo para manejar el comportamiento agresivo en maneras que son efectivas sin humillar. Este artículo es de The Earliest Teachable Moment: Seguridad personal para bebés, niños pequeños y niños en edad preescolar (en inglés).
Padres, maestros y cuidadores de niños pequeños a menudo acuden a Kidpower en busca de ayuda cuando sus hijos tienen problemas para estar seguros con sus cuerpos y sus palabras:
- “Mi hija de tres años puede ser tan dulce un momento y luego explotar en un instante. Ayer destruyó un castillo de arena deliberadamente y luego arrojó arena a los ojos de uno de sus amigos en nuestro grupo de juego”.
- “Mi hijo solía ser muy suave, pero desde que empezó el jardín de infancia ha estado copiando a un niño y golpeando a otros niños”.
- “Una niña en mi salón de primer grado colapsa cuando no se sale con la suya y comienza a pellizcar, empujar y sollozar incontrolablemente”.
- “Un niño de mi guardería odia venir del patio de recreo. Se arroja al suelo haciendo un berrinche, llorando y chillando”.
Uno de los problemas más difíciles al vivir y trabajar con niños de cualquier edad es saber cómo detenerlos con calma, amor y seguridad si se comportan de forma potencialmente dañina para ellos mismos o para los demás. Es probable que los niños que han perdido el control se sientan inseguros emocionalmente y pueden actuar de manera insegura físicamente si no se les detiene. Puede que otros niños se sientan inseguros al ver a un niño actuar de manera que parece peligrosa, a menos que un adulto se haga cargo de la situación de una manera eficaz y cariñosa. También podrían comenzar a experimentar imitando el comportamiento del niño agresivo.
Aunque se debe detener el comportamiento agresivo, se puede hacer un gran daño si un adulto sujeta a un niño molesto de una manera que es físicamente insegura para el niño o para el adulto; actúa preocupado o enojado porque el niño está molesto; o avergüenza al niño por perder el control. La intervención firme, amable y casual por parte de un adulto es necesaria para la seguridad física y emocional de todos. Aunque las siguientes siete estrategias se redactaron para ayudar a los adultos con niños más pequeños, la mayoría de ellas también se pueden adaptar para intervenir cuando los niños mayores afrontan un comportamiento agresivo.
1. Prepárate para que los niños a veces tengan dificultades para mantenerse en control de su comportamiento.
Los cerebros de los niños se están desarrollando y no tienen la misma capacidad de controlarse a sí mismos que los adultos. Es importante comenzar a enseñar a los niños habilidades para mantenerse en control de su comportamiento tan pronto como puedan entender, mientras recordamos que necesitan nuestra supervisión para mantenerse seguros y una guía continua para aprender a actuar de manera segura.
A menudo, los niños con cualidades de liderazgo fuertes parecen necesitar definir sus límites yéndose contra los límites de los demás y experimentando con usos negativos de su poder. Con la orientación positiva de un adulto, la mayoría de ellos se convierten en adultos cariñosos y respetuosos.
Los niños que son muy sensibles a veces actúan de maneras que no son tan “fáciles” o “estándar” y, a menudo, necesitan el apoyo de un adulto para aprender comportamientos que a otros niños pueden resultarles más fáciles. Algunas personas que recuerdan episodios intensos de sentimientos fuertes en la niñez se convierten en escritores talentosos, líderes visionarios o inventores imaginativos cuando son adultos. Cuando los niños experimentan sentimientos fuertes, necesitan que sus adultos inviertan tiempo, paciencia, esfuerzo y compasión para ayudarlos a aprender a manejar estos sentimientos de manera constructiva.
Cuando los niños se sienten abrumados pueden cerrarse, desconectarse, sentirse agobiados por el dolor o atacar verbal o físicamente.
Sé realista y honesto en lugar de negar que existe un problema. A menudo, las personas ignoran el comportamiento fuera de control y lo consideran normal hasta que se intensifica de manera destructiva. Condenar a un niño que actúa agresivamente por ser “malo” tampoco ayuda. Los comportamientos agresivos no significan que los niños sean malos o que sus padres o sus maestros sean incompetentes. Los colapsos simplemente significan que todos los involucrados necesitan apoyo y habilidades para manejar los sentimientos antes de que lleguen al punto de explosión, para sobrellevar el sentirse agobiados y para controlar el comportamiento para que todos se mantengan emocional y físicamente seguros.
2. Identifica y reduce las causas de estrés que detonan los arrebatos.
Entender el “cómo” y el “por qué” de los arrebatos es importante para encontrar soluciones positivas. Aunque el comportamiento problemático puede parecer una explosión repentina de sentimientos sin razón aparente, a menudo hay patrones sobre cuándo es más o menos probable que ocurra y un cierto tiempo de “preparación” antes de que ocurra el incidente. Aunque esto lleve mucho tiempo, tomarse una semana o más para anotar todas las observaciones sobre cuándo y cómo se altera el niño suele proporcionar información valiosa sobre los cambios que podrían ayudar a reducir los arrebatos.
Documenta el comportamiento. Mira si surge algún patrón sobre lo que es diferente en los días “buenos” y en los días “difíciles”. ¿Hay algo que destaque? Estos son algunos de los desencadenantes más comunes que hay que tener en cuenta:
Transiciones. Aunque hacer muchas cosas diferentes es muy divertido, demasiados cambios pueden llevar a los niños a la sobreestimulación. Muchos niños tienen muchos menos arrebatos cuando tienen un horario tranquilo y predecible que incluye tiempo para jugar a solas en su propio espacio y un tiempo especial regular a solas con sus adultos.
A veces, un simple cambio de plan durante un tiempo puede suponer una gran diferencia. Por ejemplo, si tu hijo pequeño tiene rabietas en el supermercado, considera la posibilidad de organizar las compras sin él durante unas semanas.
Haz que dejar una actividad favorita sea divertido en lugar de estresante. Si tu hijo se enfada al salir del parque, acuerda un plan antes de ir al parque sobre cómo y cuándo se van a preparar para salir y dale muchos recordatorios sobre el tiempo que queda. Cuando llegue la hora de irse, mantén la alegría aunque tu hijo esté descontento, dale algo que le haga ilusión sobre lo que va a pasar a continuación y cuéntale un cuento sobre un personaje favorito que hace tonterías para poder quedarse en el parque toda la noche.
Para muchos niños, empezar la guardería puede ser una transición difícil. Un niño puede empezar a luchar con problemas de poder y control en un intento por manejar un nuevo entorno. Si tu hijo la está pasando mal, intenta ofrecerte como voluntario en el aula, tanto para ayudar al profesor como para entender mejor el contexto del problema.
Incluso los cambios positivos como un nuevo hermano, un nuevo hogar o una fiesta de cumpleaños suelen ser estresantes para un niño pequeño. Por supuesto, los cambios negativos como un divorcio, la pérdida de trabajo de uno de los padres o una muerte, suelen ser difíciles para toda la familia y requieren un apoyo adicional.
Demasiado frío, demasiado caliente. Algunos niños pueden verse muy afectados por la temperatura. Cuando tienen incluso tan solo un poco de calor o frío, es más probable que se alteren y a menudo no se acuerdan (cuando se concentran) de ponerse o quitarse la chaqueta o de beber agua. Practicar asegurarse de que sus cuerpos están cómodos es muy útil para que se acuerden en el momento.
Cuando necesitan dormir más. Algunos niños necesitan una rutina muy estricta a la hora de acostarse y levantarse para dormir lo suficiente; otros simplemente necesitan dormir más y, cuando uno está interesado en aprender todo lo que puede sobre el mundo (¡como muchos niños de cinco años!), puede ser difícil dormir lo suficiente. Algunos niños necesitan volver a dormir la siesta durante un tiempo cuando empiezan nuevas actividades, como hacer un viaje o ir a un nuevo colegio. El cambio es un gran estrés incluso cuando es positivo, y dormir más puede ayudar a los niños con la transición.
Cuando necesitan más contacto físico con sus adultos. Algunos niños parecen necesitar mucho tiempo de “mimos” para ayudar a su cuerpo a calmarse. Sentarse y leer libros interesantes, jugar (mientras están sentados en el regazo de un adulto) o que les lleven en brazos pueden ser útiles.
Cuando necesitan más actividad física. Algunos niños necesitan moverse MUCHO. De hecho, moverse puede ayudarles a concentrarse e integrar lo que están aprendiendo. Obligarlos a permanecer sentados y a prestar atención durante largos periodos de tiempo puede ser extremadamente estresante para ellos.
Cuando necesitan más espacio. Algunos niños se sienten abrumados cuando están apiñados con otras personas. Es por eso que muchas dificultades en la escuela ocurren en las transiciones: en la fila para ir a comer, cuando están en círculo, etc.Los niños a menudo parecen amontonarse cuando se agitan más, en lugar de darse más espacio.
Haz que los niños practiquen cómo ir al final de la fila o al borde del círculo si necesitan espacio o que pidan tranquilamente un poco de espacio. Haz que practiquen a dar un paso atrás y a medir con un brazo para tener espacio en la fila en lugar de apiñarse hacia delante. Les decimos a los niños que es más importante estar a salvo en la fila que ser el primero en ella (algo muy importante para muchos niños pequeños, y también para los adultos).
Ayuda a tu hijo a planificar cómo conseguir espacio en la mesa del almuerzo o cuando se sienta en círculo. Habla con el profesor de tu hijo sobre este tema si crees que es un problema y pídele que te ayude con un plan que permita al niño moverse a un lugar menos concurrido de una manera que no distraiga demasiado a la clase.
Sobre-estimulación. Menos es más para prevenir las crisis. Intenta cambiar su horario y estructurar su día y su espacio para que los niños hagan menos cosas, tengan menos juguetes o juegos fuera al mismo tiempo y vayan más despacio. Reduce o elimina el acceso a la televisión u otras tecnologías para que los niños utilicen su tiempo en juegos imaginarios y sean creativos. Si un niño se queja de que se aburre, no te apresures a solucionarlo. Anima al niño a buscar cosas interesantes que hacer por su cuenta durante un tiempo y luego haz un plan para que tenga toda tu atención en un momento que funcione bien para ambos.
Hambre. No tener suficientes alimentos saludables para comer también puede hacer que un niño sea más propenso a un colapso. Los niños están tan ocupados que pueden olvidarse de comer y luego no se dan cuenta de lo hambrientos que están. O se llenan de comida chatarra que realmente no nutre sus cuerpos. Hacer un plan para asegurarse de que los niños coman alimentos saludables justo antes de la escuela, en el recreo, en el almuerzo y justo después de la escuela puede ayudar.
Problemas de salud física o psicológica. Si otros desencadenantes no parecen ser relevantes, un niño que tiene un umbral de frustración muy bajo y que se desencadena fácilmente de maneras que se vuelven destructivas o que se cierra repentinamente debe ser evaluado para detectar un problema médico, psicológico o neurológico subyacente. El comportamiento de algunos niños ha mejorado notablemente al no estar constantemente irritados por una alergia u otro problema médico, o porque se ha descubierto y abordado el origen del problema.
Incluso si un niño no se comporta de forma agresiva, es importante comprobar la existencia de posibles problemas subyacentes siempre que un niño parezca tener dificultades sin una razón obvia. Por ejemplo, mi hija, a los 8 años, tenía problemas terribles para aprender a leer. No se detectó ningún problema en su revisión periódica, pero cuando le mencioné mi preocupación a mi oftalmólogo en una conversación informal, le revisó los ojos. No tenía un problema de visión, pero sí un retraso neurológico en el seguimiento de sus ojos. Su alivio al tener una razón por la que tenía más problemas que sus compañeros de clase fue enorme. Y, tras unos meses de educación física adaptativa, empezó a leer con facilidad y alegría.
Una vez que hayas identificado los posibles factores desencadenantes, experimenta haciendo un cambio y verificando si ayuda. Prueba a ir más despacio en el día, aumentar las actividades físicas, reducir la estimulación, comer un bocadillo extra, un baño largo, abrazarle y contarle un cuento antes de acostarse, controlar la temperatura corporal, etc. Es poco probable que minimizar los desencadenantes detenga todo el comportamiento explosivo, pero puede ayudar a los niños a aumentar sus posibilidades de prevenir y controlar este comportamiento.
3. Enseña a los niños a reconocer y gestionar las emociones y acciones que conducen a un comportamiento inseguro.
Hablen acerca de lo que está pasando para ayudar al niño a entenderlo. Una madre denominó el comportamiento explosivo de su hijo como “sentimientos rápidos”, que es un nombre cariñoso y sin prejuicios para describir lo que ocurre cuando uno se enfada mucho de repente y dice o hace cosas hirientes.
Reconoce que sentirse enfadado y frustrado es normal, pero que tenemos que aprender a sentir nuestros sentimientos sin dejar de estar seguros con nuestro cuerpo. Cuenta historias sobre momentos en los que te hayas sentido enfadado y hayas pegado o pateado. Hablen de personajes en libros que cometen este tipo de errores. Representa estas situaciones con juguetes para demostrar el problema y las soluciones seguras. Utiliza nuestra estrategia de crear Pequeños libros para personas literales con historias enfocadas en el comportamiento con el niño está tratando.
Enseña a los niños habilidades para detener el comportamiento agresivo en el momento. Dales formas de utilizar la energía agresiva de forma segura. Todos los niños se benefician de tener oportunidades de ser exitosos siendo activos y aprendiendo cosas nuevas mientras se mantienen emocional y físicamente seguros y en control de lo que dicen y hacen. El yoga, por ejemplo, puede ser una forma divertida de que los niños practiquen centrarse utilizando sus cuerpos de forma fuerte y pacífica. También puede ser un programa adecuado de artes marciales.
Cuando el niño esté tranquilo, practiquen las habilidades de Kidpower como una forma divertida e interesante de estar seguro con la gente. Incluso niños de tan solo dos años han tenido éxito en el aprendizaje y uso de estas habilidades.
Poder de Calmarnos — detenerse a sí mismos de alterarse. Practica haciéndole fingir que está enfadado y luego inhalando y exhalando lenta y profundamente, apretando las palmas de las manos juntas y enderezando la espalda. Recuérdale utilizar su Poder de Calmarse cuando empiece a enfadarse guiándole en estos movimientos y felicítalo cuando consiga hacerlo, aunque sea parcialmente.
Poder de la Boca Cerrada — detenerse antes de decir algo que podría ser hiriente o inapropiado. Puede que los niños más pequeños tengan que practicar juntando sus labios y poniendo sus manos sobre su boca para ayudarles a parar. Puedes practicar repasando una situación que haya ocurrido (por ejemplo, ser grosero con otro niño por ser “apestoso”), hacer que se prepare para decir algo malo y luego se detenga. A continuación, puedes plantear otras situaciones. Al principio hazlo varias veces al día. Recompénsale por practicar: un gran abrazo, chocar los cinco, decirle lo orgulloso que estás, son todas formas de hacer que se sienta bien aprendiendo.
Poder de Manos Abajo — detenerse a sí mismo antes de golpear o hacer daño a los demás. Esto puede hacerse presionando sus manos a sus costados o metiéndolas en los bolsillos para que sea difícil sacarlas. Hagan juegos de roles para representar las situaciones. Luego utiliza una señal: cuando le digas “manos abajo”, que ponga las manos a sus costados o en los bolsillos. Recompénsalo por ser seguro con sus manos -una tabla de recompensas resulta útil para esto- con pequeñas recompensas tangibles que vas eliminando a medida que mejora su autocontrol.
Poder de Distancia Segura — trasladarse a un lugar tranquilo para calmarse. Crea un espacio tranquilo para los niños en casa, en la escuela, etc., donde puedan ir a respirar un par de veces, saltar, abrazar una almohada, cualquier cosa que los ayude a calmarse pero que esté lejos de los niños a los que puedan hacer daño. Los adultos deben poder ir a verlos rápidamente si se trasladan a este espacio para proporcionarles apoyo si lo necesitan.
Poder de Alejarnos — alejarse de los problemas. Practica simulando ser un niño que está a punto de empujar o molestar, sin realmente hacerlo al niño. Guía al niño para que se aleje actuando de forma atenta, tranquila, respetuosa y segura.
Utiliza la práctica como una consecuencia natural de tomar decisiones inseguras. No hay que hacer sentir mal a los niños que tienen problemas para actuar de forma segura, pero es importante que vean las consecuencias del comportamiento destructivo. Impide que un niño sea agresivo inmediatamente y con firmeza, con apoyo cariñoso y un lenguaje sencillo y claro. “Cuando me pegas, me duele. Me siento triste. No me pegues. Te quiero mucho. Eres una buena persona. Practiquemos detenerte para dejar de pegar”.
Intenta utilizar el mismo lenguaje sencillo cada vez. Si un niño pega o hace daño a alguien, la consecuencia puede ser practicar dejar de pegar, reconocer los sentimientos que han llevado al arrebato, repasar el “plan” sobre el uso de formas seguras de gestionar los sentimientos agresivos y luego practicar el plan juntos.
4. Crea un plan para prevenir y gestionar arrebatos para cada lugar donde pudieras encontrarte con el niño.
Si tienes hijos que necesitan ayuda para controlar su ira, anticipa los posibles problemas y elabora un plan. Enseñarles cómo calmarse cuando se sienten molestos es una habilidad que les servirá a los niños toda la vida.
Los niños son diferentes. Lo que funciona bien para ayudar a un niño a manejar sentimientos intensos puede ser diferente para otro. A continuación te presentamos algunas sugerencias específicas de una maestra de Head Start y de Kindergarten cuyos alumnos tenían dificultades para estar seguros con sus cuerpos y sus palabras.
Crea un plan familiar para gestionar los arrebatos. Es posible que necesites varios planes (uno para cuando el niño se sienta muy triste, otro para cuando se sienta frustrado, etc.) o, tal vez, planes más específicos (cómo manejar que alguien se lleve tu juguete, cómo manejar que alguien diga algo que hiera tus sentimientos, etc.).
Describe la situación con cada paso como sucede y cómo quieres que suceda. Ayuda a tu hijo a elaborar un nuevo plan desglosando las cosas. Por ejemplo, comienza con una historia sobre lo que realmente sucede: 1) Lara se enfada, 2) Lara pega, 3) El amigo sale lastimado.
Ahora, crea una nueva historia con los pasos que quieres que ocurran: 1) Lara empieza a sentirse enfadada, 2) Lara respira dos veces, 3) Lara pone sus manos abajo, 4) Lara busca ayuda de su madre/padre/profesor/etc., 5) El adulto ayuda, 6) Lara se siente mejor, 7) El amigo también se alegra. Puede que tengas que hacer los pasos MUY sencillos al principio, pero escríbelos en un papel grande con dibujos, o en un pequeño libro con dibujos, o en grandes tarjetas.
¡Puedes leer nuestro artículo de Pequeños libros para personas literales para una descripción detallada de esta estrategia!
Guía en el momento. Cuando empiece a surgir un problema, guía a tu hijo para que siga su plan. Al principio, es posible que sólo puedas hablar con él y repasar el plan cuando la situación haya pasado y él se haya calmado, pero con el tiempo puede ser capaz de detenerse y seguir su plan en el momento.
Dedica tiempo a trabajar en las partes del plan, especialmente las partes acerca de cómo calmarse. Ayuda a tu hijo a identificar sus sentimientos cuando están ocurriendo o después, cuando esté listo para reflexionar sobre lo que ocurrió. Por ejemplo, puede decir “tengo calor” o “estoy triste”. Hagan un dibujo del sentimiento o hagan un movimiento físico para el sentimiento (triste podría ser poner una cara triste o poner el dedo en la mejilla, calor podría ser agitar el brazo junto a la cara). Haz que haga el movimiento si puede decir el sentimiento cuando lo siente. Cuanto más se centren el niño y tú en los sentimientos en cuanto se producen, más capaces serán ambos de ayudar a redirigir los sentimientos.
Prepárate para gestionar la prepotencia. A veces, los niños que tienen problemas de control empiezan a “vigilar” a otros niños e incluso a los adultos. Aunque esto puede resultar molesto, también es bastante normal que los niños que tienen problemas con las normas sientan la necesidad de informar a los demás sobre las mismas. Puede ser una forma de procesar las reglas, o puede ser para mostrar que los demás no siempre siguen las reglas o puede ser parte de su personalidad.
Lo que suele funcionar mejor es simplemente decir: “Tú eres responsable de ti y ___ es responsable de sí mismo. Tú sigue las reglas por ti mismo y deja que él siga las reglas por sí mismo. Si ves que alguien hace algo inseguro, dímelo”.
Una historia de éxito con el uso de estas habilidades y estrategias para elaborar un plan para enfados:
Por ejemplo, un niño, al que llamaremos Sam, tenía problemas cuando empezó el jardín de infancia.
Sam aprendió a identificar cómo se sentía justo antes de enfadarse (a pesar de que sus arrebatos anteriores parecían ocurrir de forma abrupta). Con sus padres y su maestra, desarrolló una señal para comunicar cómo estaba su termostato interno. Sam quería sentirse bien. Ponía su dedo en el pecho: a la izquierda estaba demasiado frío, se sentía triste; a la derecha, demasiado caliente, enfadado; y en el medio estaba perfecto.
Una vez identificados sus sentimientos, Sam aprendió qué hacer con lo que sentía para poder llegar al medio. Si tenía demasiado calor, a veces refrescarse significaba ir con un ayudante a correr por el campo o tomar un poco de agua y saltar 20 veces para sacar su energía. Si tenía demasiado frío, calentarse podía significar recibir un abrazo de su profesora, coger su mano durante unos minutos o sostener un animal de peluche.
Sam también trabajó en la respiración en el momento, sujetar sus propias manos para no golpear con ellas, y alejarse a un espacio tranquilo donde tuviera algo de espacio para poder estar más seguro con su cuerpo. Empezó a divertirse más y a tener menos problemas en la escuela.
5. Comprende y mantente a cargo de tus propios detonantes emocionales.
Queremos que nuestros hijos sean felices. Sin embargo, nuestro trabajo como adultos no es mantener a los niños felices todo el tiempo, sino mantenerlos seguros y ayudarlos a aprender y crecer. Aunque intelectualmente sabemos esto, puede ser difícil no tomarse como algo personal las cosas negativas que un niño molesto o desafiante puede decir o hacer.
Si te sientes provocado por el comportamiento de un niño, recuerda que, antes de poder estar emocional y físicamente seguro en el manejo del comportamiento de este niño, debes ser completamente dueño de tus propios sentimientos. Los niños son muy sensibles a los adultos que proyectan ambivalencia, resentimiento reprimido o culpa. Si es necesario, deja de lado tus sentimientos de descontento para tratarlos más tarde y concéntrate en ser compasivo con el punto de vista del niño, al tiempo que estableces los límites necesarios en cuanto al comportamiento.
Si se te está dificultando lidiar con un comportamiento específico de un niño, aborda tus propios sentimientos en lugar de desear que desaparezcan. A menudo, basta con hablar en privado con otro adulto acerca de tu frustración o irritación para tener más perspectiva.
Si sientes que no puedes aguantar el comportamiento de tu hijo, considera la posibilidad de buscar ayuda profesional cuanto antes. Si el comportamiento de un niño está causando agotamiento y conflicto, a veces unas cuantas sesiones de terapia de juego o terapia familiar pueden dar a todos las herramientas para convertir el comportamiento difícil en una oportunidad de crecimiento.
6. Sé un líder adulto poderoso y respetuoso cuando te haces cargo de un niño fuera de control.
Los niños necesitan que se les impida un comportamiento peligroso o destructivo. También necesitan ver que los adultos se encargan de la seguridad de forma tranquila, respetuosa y firme.
Tener sentimientos de frustración, ira, miedo y vergüenza puede ser normal cuando los niños se comportan mal. Sin embargo, si los adultos actúan de forma humillante o hiriente con los niños que se comportan de forma insegura, están mostrando a los niños exactamente el comportamiento contrario al que necesitan para aprender a manejar los sentimientos de malestar. En su lugar, demuéstrales que, independientemente de lo que sientas por dentro, tú eres el responsable de lo que dices y haces porque su bienestar es importante para ti.
Por lo tanto, respira y cálmate antes de reaccionar.
Evita los problemas manteniéndote cerca de un niño que tiene problemas para estar seguro con su cuerpo y sus palabras, de modo que puedas intervenir rápidamente, antes de que el comportamiento comience a intensificarse. Prepárate para intervenir de forma rápida y segura tanto verbal como físicamente:
- Usando palabras sencillas con una voz firme y directiva, sin gritar al niño, di: “¡Deja eso!” “¡Sin morder!” “¡Sin pegar!”
- Permaneciendo lo suficientemente cerca como para poder quitarle fácilmente un juguete que está a punto de ser lanzado o impedir que la mano de un niño golpee a otro.
- Sentándote o colocándote entre dos niños que tienen problemas para estar seguros el uno con el otro.
Algunos niños escuchan más a un susurro que a una voz fuerte. Sin embargo, en caso de emergencia, si un niño está a punto de salir lastimado, prepárate para ser contundente. Si un niño está a punto de salir corriendo a la calle, grita “¡PARA!” y agarra la mano del niño de ser necesario.
Si un niño tiene una rabieta, haz todo lo posible por ayudarle a recuperar el control mientras mantienes a todos a salvo hasta que esto ocurra. Los niños que han perdido el control suelen necesitar tanto espacio físico como tranquilidad emocional. Asegúrate de que el niño está en un lugar seguro y que no está a punto de hacerse daño ni de herir a nadie más. Impide que el niño haga algo peligroso.
Aunque el niño no entienda las palabras, puedes hablarle con voz calmada y tranquilizadora, diciéndole cosas como: “Estoy aquí. Voy a ayudar a todos a mantenerse a salvo en este momento”. El mensaje tiene que ser: “¡Me preocupo por ti!”. – NO: “Eres un niño malo”.
Una vez que el niño sea capaz de responder, dale instrucciones sencillas y claras con una voz cálida para ayudarle a centrarse y comunicarle cariño. “Aquí tienes un pañuelo para que te suenes la nariz. Toma un poco de agua. Vamos al baño a lavarte la cara”.
Si el niño es capaz de entender, después de que todo se haya calmado, pueden hablar acerca de lo que sucedió y de cómo evitar que vuelva a alterarse tanto. Nunca menciones de forma despectiva lo que ha ocurrido durante el arrebato. En su lugar, puedes contar historias, practicar habilidades y hacer planes como los descritos anteriormente.
No contengas al niño físicamente, a menos que se trate de un niño al que sujetas normalmente y que tú mismo estés centrado emocionalmente. Incluso si se trata de tu propio hijo, asegúrate de ser firme pero suave en la forma de sujetar al niño, de modo que mantengas su cuerpo seguro sin apretarlo ni lastimarlo. Si necesitas estar físicamente cerca de un niño que tiene una rabieta, protege tu propio cuerpo apartándote de los golpes de cabeza y de los brazos y piernas que agitan.
7. Para cuidadores y docentes: Si eres responsable por los niños de otras personas, haz un plan y pide permiso.
Acuerda de antemano con los padres y/o con tu supervisor cómo manejar los problemas de comportamiento y lo que estás y no estás autorizado a hacer. Recuerda los principios de límites de Kidpower de que los problemas no deben ser secretos y de que hay que seguir contando hasta obtener ayuda. Si un niño a tu cargo actúa de forma destructiva, comunica inmediatamente a los padres y a tu supervisor lo sucedido.
- Detecta los problemas cuando son pequeños, antes de que lleguen al punto de explosión. Trabaja en equipo con el resto del personal, los padres y, si es posible, el niño, para elaborar un plan que ponga fin a los problemas cuanto antes.
- Usa tu atención para detectar posibles señales de peligro e intervén reorientando al niño con firmeza y amabilidad hacia una actividad diferente siempre que sea posible. En lugar de sermonear al niño sobre lo que no debe hacer y por qué, enfócate en lo que SÍ puede hacer ofreciéndole con entusiasmo opciones aceptables.
- Ten un plan para mantener seguros a los otros niños mientras tú atiendes al niño que necesita ayuda.
Es probable que las diferentes personas de un programa tengan diferentes niveles de experiencia y formación, por lo que es lógico que tengan diferentes niveles de permiso. Antes de quedarte a cargo de los niños, asegúrate de saber cuáles son las normas sobre la contención de los niños a tu cargo en caso de que sea necesario detener su comportamiento destructivo o desafiante.
Asegúrate de que tu centro o escuela tiene un plan que deja claro quién tiene permiso para hacer qué en caso de que un niño tenga un colapso de forma potencialmente insegura y que explica exactamente qué hacer. ¿Qué tipo de herramientas de prevención tienes a tu disposición? ¿Qué se espera que hagas para mantener a los niños seguros en el momento en que un niño tiene un colapso? ¿A quién hay que llamar para pedir ayuda? ¿Cómo pedir ayuda? ¿Y si esa persona no está allí? ¿Cómo se reporta lo sucedido?
Conclusión
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Fecha de Publicación: June 16, 2022 | Última actualización: June 16, 2022
Traducción de María Gisella Gámez